La devastación de Bahía Blanca
La inundación de la ciudad bonaerense produjo reacciones de todo tipo en la sociedad argentina. El Gobierno actuó con celeridad, con algunas buenas prácticas de comunicación de crisis, a la vez que está dejando pasar oportunidades de mostrar mayor empatía.
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Tragedia. Cambio climático, casualidad, anomalía estadística: como se le quiera llamar. El 7 de marzo cayeron en Bahía Blanca 300 milímetros de agua en un día, casi la mitad de lo que llueve en un año entero. La ciudad, además, asentada en la desembocadura del arroyo Napostá, que recoge las aguas de las lluvias de varios kilómetros al norte, quedó expuesta a un torrente arrasador. El resultado: una inundación brutal, con 16 muertos, cientos de desaparecidos y pérdidas materiales enormes, con cifras todavía difíciles de calcular. Apocalíptico.
Los medios y las redes no tardaron en darle visibilidad a la tragedia. La sociedad entera, conmovida, abandonó por un momento las rencillas políticas y se lanzó a la colecta de fondos, ropa, frazadas y alimentos no perecederos para los miles que quedaron con sus casas bajo el agua. El Gobierno, por su parte, con viajes de funcionarios incluidos, puso en marcha sin dilaciones su propio protocolo de crisis para ayudar a enfrentar el drama de los bahienses.
Su estrategia de comunicación, con sus luces y sus sombras, tuvo algunas características interesantes:
El Presidente. Javier Milei planeaba un viaje a la Fiesta de la Vendimia en Mendoza y, luego, a Chile. Los canceló sin titubeos. Bien. Se rumoreó durante unas horas que viajaría a Bahía Blanca, pero el vocero presidencial lo desmintió de manera tajante. Mal. Axel Kicillof, en cambio, aun con sus limitaciones, apareció pronto por el lugar. El contraste —y los reclamos en las redes y los medios— dejaron en offside al León que, cinco días más tarde, partió por fin a la zona afectada. Más vale tarde que nunca.
Patricia Bullrich y Luis Petri. La otrora fórmula presidencial de Juntos por el Cambio, ahora a cargo de las carteras de Seguridad y Defensa, respectivamente, voló sin demoras a ocuparse in situ de la emergencia. Expuestos incluso a las agresiones de algún vecino enardecido, aguantaron en la línea de fuego con estoicismo. Es lo que se esperaba de ellos. ¿Qué faltó? Comunicar mejor la ayuda que llevaron: flota la sensación de que se quedaron cortos.
El comunicado. Bien articulado, la Oficina del Presidente publicó sin demoras un texto con un anuncio oficial: duelo nacional por tres días; tareas de rescate a cargo de Prefectura, Gendarmería y las Fuerzas Armadas; asistencia especial de los ministerios de Capital Humano y de Salud; ayuda económica extraordinaria de $ 10.000 millones de pesos para el Municipio de Bahía Blanca. Sobrio, fáctico: inobjetable. Aunque quizá algo falto de corazón.
El futuro. Nadie sabe todavía cuánto costará reparar los daños. Una primera estimación habla de US$ 400 millones. Ágil, el gobierno ya tomó contacto con el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) y explora otras opciones, a la vez que asoma el debate: ¿para un liberal-libertario, es función del Estado reconstruir una ciudad devastada? ¿cometerá el error de decir que es un problema de los privados, o de la Provincia? Sin definiciones todavía, la gente espera.
Milei, comunicador intuitivo como pocos, por alguna razón misteriosa esta vez pareció lento de reflejos: dejó pasar cinco días eternos sin mostrar, con un gesto elocuente, que es capaz de sufrir con el dolor ajeno. Bajó al barro, por fin, que es donde se lo esperaba.
Ilustración: gentileza GM+AI
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Tres preguntas a Pedro Luis Barcia. Es un académico argentino, lingüista, investigador universitario y autor de más de cien libros. Doctor en Letras y “animal docente”, como se autodefine, es miembro de la Academia Argentina de Letras y de la Academia Nacional de Educación, de las que ha sido presidente.
—José Luis Romero dice que la identidad argentina es inasible y proteica. Borges dice somos esa cosa que nadie puede definir, argentinos. ¿Será que no tenemos idea de quiénes somos y por eso siempre volvemos a esa pregunta? —Tenemos la producción más grande de ensayos sobre la propia identidad de toda América del Sur. Veo en esto tres razones. En primer lugar, cierto narcisismo. Nos gusta mirarnos en el espejo, siempre que sea favorable. Cuando vino al país, Anatole France preguntó qué tenía que hacer para interesar a los argentinos, y le dijeron: “Hable de nosotros, diga que somos buenos”. La segunda razón es la inseguridad. Al no saber bien cómo somos, tenemos una actitud defensiva, que es lo que descubrió Ortega en su famoso ensayo “El hombre a la defensiva”. El argentino tiene temor al ridículo, a salirse de la posición en la que está y quedar orsai. Esa inseguridad genera reacciones agresivas. En tercer lugar, somos ignorantes. No sabemos bien quiénes somos y entonces honestamente nos preguntamos por los rasgos que nos definen. Ortega también muestra cómo la ignorancia y la inseguridad condicionan a este hombre, proclive a tomar actitudes de rechazo frente a quien lo juzga. Cuando se siente mirado, el hombre argentino se pone incómodo.
—Esta mezcla de narcisismo e inseguridad parece contradictoria.
—Son rasgos que revelan una condición adolescente. Tanto el narcisismo como la inseguridad, así como la ignorancia de sí mismo y de los límites de uno, son parte de la adolescencia. Genaro Bevioni, un italiano que visitó la Argentina del Centenario y cuya descripción de nuestros vicios tiene una actualidad que sobrecoge, señala que somos un pueblo adolescente. Tesis que con el tiempo retomará Marco Denevi en su libro La república de Trapalanda, donde desarrolla los rasgos adolescentes del argentino. Ya en 1837, en el salón de Marcos Sastre, Esteban Echeverría dice en una conferencia que no tenemos capacidad de generar experiencia. Repetimos los mismos actos sin aprender. Eso es lo que llamo “sisifismo”, por el mito de aquel gigante que empujaba la piedra por la ladera, se le caía cuando llegaba arriba y debía volver a empezar. Esta repetición de los mismos actos es propia incluso de nuestros gobiernos. Los precios máximos, por ejemplo, fueron probados diez veces sin resultado. Porque además de encarnar a Sísifo, también somos un poco Procusto, aquel personaje mitológico que acostaba al visitante en una cama de hierro y si le quedaba afuera parte de la pierna, se la cortaba. El argentino suele creer que la realidad se tiene que adaptar a una concepción previa suya.
—Nuestra historia está sembrada de divisiones, y quizá la dicotomía madre es civilización y barbarie, o puerto e interior, muy presente entre nuestros ensayistas. ¿Por qué persiste esta dicotomía?
—Yo distingo dos tipos de ensayistas de indagación nacional. Están los que tratan de distinguir los rasgos que nos definen y los de tendencia nacionalista, que tienen otra actitud. Por ejemplo, Fermín Chávez o Ernesto Palacio. Ellos señalan que la Argentina rompió con la herencia hispánica a partir de 1810 e incorporó concepciones ajenas a su realidad. Palacio decía que no sabíamos quiénes éramos porque habíamos cortado el hilo que nos conectaba con nuestra herencia española. Estos ensayistas no indagan en rasgos peculiares de los argentinos, sino que marcan un quiebre, una ruptura. Hablan, sí, del ser nacional, como también lo hace toda una izquierda, pero no definen un solo rasgo. Como si la identidad nacional hubiera quedado desvirtuada. El nacionalismo, por su parte, se inclina por visiones conspirativas: la culpa la tiene la masonería, el FMI, la sinarquía internacional. Es una posición muy cómoda, que le quita a usted toda responsabilidad. Los aciertos de un gobierno populista siempre son propios, mientras que los desaciertos son generados por los extraños.
Las tres preguntas a Pedro Luis Barcia se tomaron de una entrevista hecha por Héctor M. Guyot, publicada originalmente en La Nación. Para acceder a la conversación completa podés hacer click acá.
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Mujeres en los medios. El Instituto Reuters tomó una muestra de 240 medios en 12 mercados de cuatro continentes para analizar el género de los líderes de las salas de redacción. El estudio muestra que cerca del 27 % de las jefaturas están en manos de mujeres, aunque ellas representan el 40% del total de periodistas, mostrando progresos en los últimos años: en 2023 era el 22% y en 2024 era el 24%. Corea del Sur muestra el escenario de menor representación femenina en posiciones de liderazgo (7%) y el Reino Unido lidera con un 46%. Números interesantes para analizar.
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Academia. Como todo, el mercado de las telcos admite una mirada analítica que trascienda la coyuntura política. Este artículo de José Crettaz muestra que la adquisición de Telefónica de Argentina por parte de Telecom está alineada con una tendencia global que tiende a la concentración, para lograr escala y mayores eficiencias. A pesar de una primera reacción negativa del Gobierno (antes defensor de los monopolios), quizá sensibilizado por no haber podido opinar sobre el tema mientras avanzaba la negociación, el proceso de venta parece difícil de detener.
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Oportunidades laborales
Tecla continúa su búsqueda de Marketing Manager.
Notics mantiene abierta su búsqueda para la posición de Paid Media Manager
¡Hasta el próximo miércoles!
Juan.
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