Jeff, el pragmático

Jeff Bezos, dueño del Washington Post, anunció que el diario se enfocará en defender las libertades individuales y el libre mercado. Este aparente alineamiento sin condiciones con el gobierno de Donald Trump admite un análisis más profundo.

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Transparencia. El Washington Post, la mayor parte de su larga historia —existe desde 1877—, fue un diario más bien progresista. Famoso por su rol en el caso Watergate y los Papeles del Pentágono, cosechó múltiples premios Pulitzer a lo largo de los años. Entre los más recientes, el que se llevó en 2022 por la cobertura del asalto al Capitolio de los Estados Unidos por parte de una banda de fanáticos partidarios de Donald Trump. Por su parte, el magnate de piel naranja ahora presidente de los EE.UU., desde hace años le dedica todo género de epítetos, para solaz de los demócratas, que así reafirman sus ideas, y de los trumpistas, que hacen lo propio. Todo muy lógico.

Pero algo está cambiando. En octubre del año pasado, Jeff Bezos, dueño del Washington Post desde hace más de una década, le exigió neutralidad en la campaña electoral a la redacción del diario, en vistas de que no disimulaba su apoyo a Kamala Harris. Y hace una semana, en un tweet histórico, dijo que la sección de opinión del Post se enfocaría en dos temas: la defensa de las libertades individuales y el libre mercado. Y que dejaría que de los demás asuntos se ocupen otros medios. De paso, anunció que David Shipley, hasta entonces jefe de opinión, dejaba su cargo, básicamente por no estar dispuesto a abrazar con el debido entusiasmo la nueva línea editorial.

El asunto, que generó revuelo en el mundo de los medios y de la política, admite múltiples ángulos de análisis. Algunos podrían ser:

Contexto. Bezos no es el primer gran empresario que sale del clóset progresista y se pasa al bando conservador. No hace mucho, Disney hizo su anuncio de que abandonaba el activismo político woke y Mark Zuckerberg le explicó al mundo que ya no restringiría en Meta el contenido de los posteos políticamente incorrectos, como antes. Otras muchas empresas, cada una a su modo, salieron a ofrecer sus pruebas de amor a Trump en los últimos meses. Conveniencia.

Más contexto. La ya muchas veces comentada crisis de los medios tradicionales no encuentra todavía una solución obvia. Por ahora, en los Estados Unidos aparecen claros dos datos: que las líneas editoriales moderadas no están atrayendo demasiado a las audiencias, y que detrás de Trump se consolidó un núcleo conservador intenso que se alimenta mayormente de la conversación en X y de Fox News. Luego, podría haber espacio para un diario con esa línea editorial. El tiempo dirá.

Valores. La polarización política americana expresa un obvio desacuerdo sobre los valores. Un bando cree que la libertad individual es el bien más importante a proteger y el otro piensa que las conquistas sociales de las minorías desfavorecidas son lo más valioso. Unos creen que la libertad hará grande a América otra vez. Otros temen que si se relegan las políticas de protección de mujeres, inmigrantes, LGTBIQ+ y otros grupos, el país retrocederá décadas. Ni buenos ni malos: simplemente piensan distinto. Y ambos se creen dueños de la verdad.

Más valores. Bezos, sagaz como es, en su posteo no dice que apoye a Trump, sino a dos ideas que cualquier republicano de la vieja escuela defendería con entusiasmo: las libertades individuales y el libre mercado. Si bien una lectura superficial las identifica con el nuevo ocupante de la Casa Blanca, una mirada más crítica hace evidente la incompatibilidad del proteccionismo nacionalista de Trump con las ideas de Adam Smith. Alerta: si Bezos cumple su palabra, quizá el Post, después de todo, tenga críticas para hacerle al Gobierno.

Y el valor supremo. A Trump, parte de sus seguidores le perdonan casi todo porque parece auténtico, transparente. Eso es lo que más vale hoy. La jugada de Bezos va en esa línea. Las audiencias saben que los medios responden a los intereses o los valores de sus accionistas. O a las dos cosas. El fundador de Amazon sólo lo está reconociendo: no voy a fingir neutralidad; defiendo estas ideas y estas son mis razones. Sin disimulos. Quizá esté leyendo bien la sensibilidad de sus públicos.

El Post no fue siempre de los Meyer ni de los Graham. Antes tuvo otros dueños. Y desde 2013, está en manos de Jeff Bezos. Su historia, con sus luces y sus sombras, hace espejo con la de los Estados Unidos, también plagada de eclipses y alboradas. No hay certezas: a partir de ahora podría profundizar su letargo, o también empezar una nueva época dorada. Se reciben apuestas.

Ilustración: gentileza GM+AI

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Tres preguntas a Daron Acemoglu. Es un economista turco, ganador del Premio Nobel de Economía en 2024. Es profesor en el Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT) y autor de numerosos libros y artículos.

—En su libro más reciente, Poder y progreso, menciona que estamos en un momento crítico en cuanto a la relación entre tecnología, igualdad y democracia. ¿Qué consecuencias prevé si el mundo no aborda la compleja relación entre estas tres fuerzas? —Existen dos conjuntos de problemas que probablemente compartan causas comunes. Primero, la democracia en el mundo industrializado parece más vulnerable ahora que en cualquier otro momento desde la Segunda Guerra Mundial, o incluso antes. Esta situación ha convertido a la democracia en un eje fundamental para muchas otras características institucionales como los derechos civiles, la participación, la libertad de expresión y los medios de comunicación. En Occidente y en ciertos países de América Latina, cuando la democracia se debilita, estos derechos e instituciones también sufren. Todo el tejido institucional de estas sociedades se presenta como más frágil. No creo que debamos exagerar. El declive o colapso de la democracia no es inminente. Sin embargo, en los Estados Unidos Donald Trump impulsa una agenda que requiere atención; además, el apoyo a la democracia entre los jóvenes está allí en su punto más bajo. Y vemos tendencias similares en gran parte de América Latina, donde el respaldo a la democracia es considerablemente menor que en la década de 2000. Esto plantea una amenaza significativa con implicaciones potencialmente nefastas para la prosperidad, la libertad de expresión y la igualdad. Al mismo tiempo, nos encontramos al borde de cambios importantes basados en los avances de los últimos 40 años que probablemente se acelerarán. La inteligencia artificial, que depende de tecnologías digitales, podría amplificar algunas de estas tendencias de maneras únicas. La desigualdad ha aumentado en muchos países, incluidas partes de América Latina, Estados Unidos y Europa, y esta situación puede empeorar.

—¿Y qué otros factores?
—El envejecimiento es otro factor crítico. Todos los países industrializados están envejeciendo, algunos más rápidamente que otros. América Latina, en particular, envejecerá a un ritmo acelerado y no está adecuadamente preparada para enfrentar estos cambios. Aunque tenemos ejemplos de países como Japón, Corea del Sur y Alemania, no creo que estemos listos para afrontar estos desafíos demográficos ni para el cambio climático o las transformaciones en la globalización. Algunos de los desafíos democráticos y las tensiones políticas actuales no pueden entenderse completamente sin considerar la globalización, aunque su naturaleza puede evolucionar en las próximas décadas. Todo esto requiere instituciones más robustas que nunca para fomentar el compromiso, el consenso y nuevas soluciones basadas en el diálogo social y la experiencia. Sin embargo, nuestras instituciones actuales dificultan esta tarea. Tomemos como ejemplo Estados Unidos, donde la polarización ha alcanzado niveles que complican la aprobación de leyes sobre el clima, la capacitación de los trabajadores o la regulación de la IA. Estas son cuestiones críticas que debemos abordar.

—En uno de sus últimos trabajos habla sobre el poder y la riqueza que acumulan las grandes firmas de tecnología. ¿Alguna organización en la historia ha tenido tanta influencia como ellas?
—En mi opinión, no. Aunque podríamos compararlos con la Compañía de las Indias Orientales, que, respaldada por apoyo militar y político, controlaba el subcontinente indio, su dominio fue relativamente superficial. Lo sorprendente de los gigantes tecnológicos actuales, especialmente Facebook, Google y, hasta cierto punto, Apple, Amazon y Microsoft, es que no solo son enormes y multinacionales, sino que además controlan las fibras mismas de la sociedad. Dan forma a la información, están integrados en todos los aspectos de la vida cotidiana e influyen en la opinión pública. Nunca hemos tenido empresas tan poderosas como las grandes tecnológicas, ni siquiera las grandes empresas de petróleo. Las tecnológicas tienen una influencia considerable sobre la sociedad civil e incluso sobre los periodistas. La Standard Oil, por ejemplo, era extremadamente grande y controlaba un recurso esencial, pero nunca logró integrarse en el tejido del pensamiento público. No logró convencer a los medios y al público de que sus actividades eran por el bien común, como lo hacen las empresas tecnológicas actuales. Esa es la situación a la que nos enfrentamos.

Las tres preguntas a Daron Acemoglu se tomaron de la entrevista que le hizo Óscar Granados, publicada originalmente en Ethic. Para acceder a la conversación completa podés hacer click acá.

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Calidad democrática. Se publicó hace unos días el Índice de Democracia de la Unidad de Inteligencia de The Economist, que registró un nuevo retroceso a nivel global, llegando a su nivel más bajo desde su creación en 2006. El puntaje promedio cayó de 5,23 a 5,17, acentuando una tendencia mundial que preocupa a muchos analistas. Solo 25 países entran en la categoría de “democracias plenas” y son 46 las que se clasificaron como “democracias defectuosas”. La Argentina, que entra en el segundo grupo, ocupó el puesto 54 (la misma que tenía en el índice de 2023), con una puntuación de 6,51. Para mirar con atención.

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Academia. Generar condiciones culturales profundas para el surgimiento o fortalecimiento de la democracia en todo el mundo no es tarea sencilla. Community Power and Grassroots Democracy es un libro en colaboración, editado por Michael Kaufman y Haroldo Dilla Alfonso, que recoge la perspectiva de diversos autores sobre los desafíos que enfrentan los promotores de la calidad institucional democrática en países de América del Norte, Central (incluyendo el Caribe) y del Sur. La aplicación consistente de estrategias de grassroots, el único camino. Si se tiene paciencia.

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Oportunidades laborales

Tecla inició su búsqueda de Marketing Manager.

Notics mantiene abierta su búsqueda para la posición de Paid Media Manager


¡Hasta el próximo miércoles!

Juan.


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