Homo Argentum: por qué nos peleamos

La película protagonizada por Guillermo Francella generó un debate encendido sobre la política y la moral. Es, quizá, una prueba de que a buena parte de la sociedad le sigue importando el presente y el futuro de la Argentina.

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20-08-2025

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Como en las relaciones tóxicas, toda ocasión es buena para pelearnos. Hace una semana salimos a partir lanzas por la exploración del CONICET en el fondo del mar, poco después descubrimos que el uso electoral del “Nunca más” por parte del oficialismo era materia apta para hacernos acusaciones mutuas, y ahora nos entusiasmamos con Homo Argentus, que funciona como pretexto perfecto para acusarnos de zurdos resentidos o de fachos recalcitrantes, según de qué lado de la grieta hayamos decidido cavar nuestras trincheras.

Spoilers aparte, la película protagonizada por Francella bate récords de taquilla con sus 16 micro historias que caricaturizan al argentino —o quizá al porteño— individualista, ventajero e hipócrita. El asunto se vuelve motivo de debate nacional quizá porque a algunos de los personajes los atraviesa una condición común: son progres. Aunque parecen representar todo lo que está bien, en el fondo son todo lo que está mal. Así, muchos compatriotas sienten que su tribu queda en ridículo, y Milei, que está angelado en plena campaña electoral, redobla la apuesta diciendo que vio la película —dos veces— y la recomienda con entusiasmo. Es la batalla cultural en su estado más puro.

El debate, que admite múltiples ángulos, hasta ahora corre por cinco andariveles principales:

Financiamiento público contra financiamiento privado. El cine es arte, quién lo duda. El arte eleva, todos lo sabemos. Las sociedades más evolucionadas le dan importancia al arte, seguro. Pero a partir de ahí empiezan los debates: ¿debe el Estado cobrar impuestos y destinar su recaudación a financiar películas? ¿por qué películas y no pintores, escultores, cantantes o bailarines? ¿o por qué no panaderos, abogados o futbolistas? ¿no deberíamos financiar el cine cuando antes hayamos cubierto las necesidades básicas de la población? ¿es razonable hacerlo cuando la mitad de los argentinos son pobres? Elija su bando y lance sus proyectiles.

Cine popular contra cine de calidad. Algunos detractores de Homo Argentum dicen que no se trata de cine de calidad. Quienes lo defienden cuestionan el elitismo de quien se cree con derecho a sentenciar qué es de calidad y qué no. Los primeros dicen que el Estado debe financiar las películas que, aunque no logren gran audiencia, son arte valioso. Los segundos insisten: que sea el público el que decida qué ver y que no, y que con su entrada sostengan el cine que lo merezca. Imposible ponerse de acuerdo: parten de paradigmas irreconciliables.

Progre contra facho. “Nadie se salva solo” fue la tesis de El Eternauta, película emblemática del colectivismo y bálsamo moral para quien se identifica con la centroizquierda. Homo Argentum, menos pretenciosa en su bajada de línea moral y probablemente más enfocada en entretener, prefiere el sarcasmo para retratar a un colectivo woke bastante menos ejemplar que lo que declama. Ideal para estos tiempos polarizados.

Bueno contra malo. Al final, la grieta es moral: los de izquierda piensan que quienes se identifican con la derecha son constitutivamente egoístas e insensibles al sufrimiento de los desfavorecidos. De ahí los agravios a Francella y a los directores Mariano Cohn y Gastón Duprat. Los de derecha, por su parte, asumen que los de izquierda son resentidos y vagos, siempre esperando que el Estado les pague una fiesta de la que quieren disfrutar sin antes haberse esforzado. De ahí la reacción contra las críticas de Pablo Echarri y los de su bando.

Lo decíamos hace una semana: todo es política. Todo es ocasión para opinar sobre lo bueno y lo malo, sobre cómo deberíamos vivir, sobre qué queremos para este país: el nuestro y el de nuestros hijos y nietos. Tanta pasión no está del todo mal: quiere decir que nos importa lo que nos tiene que importar y que la apatía no se adueñó todavía de nuestros corazones.

PD: No hay mejor estrategia de promoción de una película que poner a un grupo de actores y periodistas a criticarla con pasión, y a otros a defenderla con el mismo ahínco. Si no fue deliberado, merecería serlo.


Ilustración: gentileza GM+AI

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Tres preguntas a Jacinto Choza. Es un filósofo español, catedrático emérito de Antropología Filosófica de la Universidad de Sevilla. Ha dejado una huella en numerosos pensadores que se consideran sus discípulos y es autor de numerosos artículos y libros de su especialidad.

—¿Siempre ha existido el mal? ¿Cómo se lo entendía al principio de los tiempos?
—Sí. Lo que no ha existido siempre es el mismo sentido del mal ni la misma sensibilidad hacia el mal. El mal ha ido cambiando mucho a lo largo de la historia y la sensibilidad hacia el mal, también. En el comienzo de la existencia de la especie humana, en el Paleolítico y el Neolítico, no existía el mal, sino que había males: había hambre, había enfermedades, había escaramuzas entre tribus... Pero esos eran males que tenían un remedio: se podían solventar cazando, robando a la tribu vecina, pidiéndole a los dioses (que normalmente eran las constelaciones) que mandaran lluvia... Además, cuando la gente moría, había una convivencia con el difunto muy estrecha, el difunto ayudaba al vivo. Así fue así durante los primeros miles de años de la humanidad, hasta el comienzo de la civilización urbana, alrededor del quinto milenio antes de Cristo, en los imperios egipcio y asirio.

—¿Qué ocurrió con el mal al surgir las ciudades?
—A partir de ahí el mal aparece de una manera muy distinta, muy terrible. Y es cuando empieza a llamársele el mal, porque antes lo que había eran males. En esa época se descubren nuevos sentidos del tiempo que no están relacionados con el tiempo agrícola. Es el tiempo de los calendarios, un tiempo aritmético y, en principio, indefinido en el que los años se pueden seriar, en el que gracias a los avances en la astronomía se pueden calcular giros de los astros de 50.000 años. Con los avances en las matemáticas y en la astronomía se empieza a tener un sentido del tiempo que antes nunca se había tenido: la eternidad. Y cuando se descubre la eternidad, se descubre un sentido del mal que antes no existía: la muerte eterna. A partir de entonces, la separación es definitiva y eso es tremendo, eso es el mal. El poema de Gilgamesh, del milenio tercero antes de Cristo, narra justo eso. Gilgamesh, al morir su amigo Enkidu, descubre que la muerte es eterna y, aterrado, le pide a los dioses algo que nunca antes se había pedido: la salvación. La salvación de la muerte eterna.

—¿Somos más malvados ahora que antes?
—El psicólogo de la Universidad de Harvard Steven Pinker escribió un libro titulado “Los ángeles que llevamos dentro” en el que dice que desde que empezó la historia humana hasta ahora cada vez ha habido menos violencia en el mundo, que cada vez menos gente ha muerto por muerte violenta, y presenta en su apoyo cantidad de cálculos estadísticos. Pinker sostiene que incluso en el siglo XX, con las dos guerras mundiales, hubo menos violencia que en el XIX. Conforme se van desarrollando los derechos humanos y las sociedades van poniéndolos más efectivamente en práctica, la violencia se va reduciendo. Parece que el Neolítico fue el peor momento del mundo. La demografía histórica muestra que en ese periodo la expectativa media de vida de los seres humanos es la más corta: en el Paleolítico pasaba de los 30 años y en el Neolítico bajó a los 26 años. En el Calcolítico, cuando empiezan las ciudades, la vida media sube hasta los 35 años, y desde entonces ha subido siempre.

Las tres preguntas a Jacinto Choza se tomaron de una entrevista hecha por Irene González Velasco, publicada originalmente en el diario El Mundo. Para acceder a su versión completa podés hacer click acá.

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Recursos de PR. Los objetivos de negocio son la prioridad en las organizaciones con fines de lucro. Este artículo de Madeline Knapp repasa cuatro tipos de contenidos generados con estrategias de PR con el objetivo de apoyarlos: 1) las menciones de los referentes de la empresa como líderes del sector; 2) las entrevistas en las que el tema son las novedades generadas por la compañía; 3) las notas en las que se cuenta algo único, distinto, generado por una marca; y 4) y los podcasts, que con una audiencia creciente, brindan una oportunidad extraordinaria de thought leadership.

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Academia. Hay acuerdo en todo el mundo en que las diversas formas de acoso son un problema grave en el mundo corporativo. Sin embargo, el fenómeno del bullying resulta relativamente nuevo en el mundo académico: no hay acuerdo todavía sobre la precisión de las definiciones usadas por los científicos y las del habla coloquial. Este artículo señala que un común denominador que arrojan los estudios de campo es el consenso de legos y expertos en los conceptos de respeto, justicia, seguridad y profesionalismo como los contrarios al bullying. Mucho por estudiar todavía. Y por incorporar de manera efectiva a las empresas y demás organizaciones.

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Oportunidades laborales

CNN mantiene abierta la búsqueda de un Producer.

Bayer continúa su búsqueda para la posición de Strategic Management QU.


¡Hasta el próximo miércoles!

Juan.


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