Qué hacer con lo que se viene
No basta con intentar anticipar qué nos depara 2025. Conviene tener un plan para enfrentarlo con éxito e incorporar hábitos que ayuden al desarrollo profesional en el largo plazo.
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El futuro. Se fue 2024. La semana pasada, en Comms especulábamos sobre las tendencias en comunicaciones para el año que acaba de empezar. En general, son continuidades de lo que ya vemos: más presencia de la Inteligencia Artificial; mayor despliegue de las comunicaciones inalámbricas de sexta generación (6G); un impulso significativo a la realidad extendida (XR); mayor desarrollo de la seguridad cibernética avanzada; y una creciente preocupación por la sostenibilidad de las comunicaciones. Si queda algo en el tintero, dejemos que nos sorprenda.
¿Pero de qué sirve verla venir si no sabemos qué hacer con eso? ¿Si estamos perplejos ante los avances de la IA y otros desarrollos tecnológicos, si no hay tiempo para actualizarse porque la semana que viene ya queda viejo lo que se está conociendo hoy? “Vísteme despacio que estoy apurado”, dicen que le decía Napoleón a su valet. Calma: foco en lo importante, que después lo demás se acomoda. El cerebro sorprende con las conexiones creativas que es capaz de generar, si se lo alimenta bien.
Un posible menú —al alcance de cualquiera— podría ser así:
Dos o tres fuentes. Y seguirlas de manera constante, según los gustos. Hay para elegir en este listado de los Diez mejores blogs sobre tecnología. O entre los muchos influencers que hacen fácil lo difícil y lo cuentan en X, en Instagram o en TikTok. Y después, practicar: probar, usar una IA, después otra. Ver cuál se adapta mejor a las propias necesidades. Y no soltar el hueso.
Neurociencias y lenguaje emocional. No importa lo que hagan los algoritmos: seguiremos viviendo en un mundo de humanos. Cuando más entendamos sobre las emociones, más valor agregado podemos aportar. Sólo el que sabe leer entrelíneas, sabe de verdad. Dopamina, serotonina, noradrenalina, oxitocina: el vasto mundo de los neurotransmisores que explica buena parte de nuestras reacciones. Y de las ajenas. E incrementa las chances de influir en ellas.
Lectura de clásicos. Los libros de neurociencias explican parte de lo que pasa en nuestro cerebro. La buena ficción y la poesía muestran sus efectos en la conducta humana. Quien quiera profundizar en la culpa y el perdón, lea a Dostoievski. Quien pretenda entender una pasión que enceguece, tiene a Flaubert. Quien busque la sabiduría detrás de la paradoja desenfadada, puede acudir a Oscar Wilde. La literatura expande la sensibilidad y potencia los recursos para comunicar mejor. Y hay para todos los gustos.
Historia y geopolítica. Los datos, siempre los datos. Y una interpretación inteligente de ellos que aporte contexto. El conflicto entre Israel y el terrorismo islámico de Hamás no se entiende sin la historia. Y sin el posicionamiento que toman Europa, los Estados Unidos, Rusia e Irán frente al tema. Y así, cada situación que se produce en el mundo: Milei, Trump, Meloni, lo que sea… “Todo tiene que ver con todo”, decía el viejo Anaximandro.
Escribir. Nulla die sine linea, opinaba Plinio el Viejo. Ni un día sin dibujar una línea. La frase pasó a la modernidad y Beethoven la usaba para decir que no dejaba pasar un día sin componer. “Ni un día sin escribir” podría ser el mantra de quien dedica sus esfuerzos a entender el mundo que lo rodea y a tratar de explicarlo. Escribir aporta claridad mental: ordena las ideas. Es lo que recomendaba Jorge Lanata a los periodistas jóvenes, según puede verse en la siguiente entrada de este número de Comms.
Al final, se trata de mantener tonificado el músculo que permite aprender, replantearse lo aprendido y seguir aprendiendo. Alimentar la curiosidad intelectual, que es lo mismo que interesarse por el futuro. Porque Woody Allen tenía razón: “Estamos todos interesados en el futuro: es donde vamos a pasar el resto de nuestras vidas.”
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Tres preguntas a Gonzalo Sánchez. Es un periodista argentino que trabaja actualmente en Clarín, después de haber pasado por el primer diario Perfil, la revista Noticias y el diario Crítica, entre otros medios. Entre los muchos homenajes que recibió Jorge Lanata desde que se supo de su fallecimiento, se seleccionan estas líneas como un modo de celebrar a ese gran periodista que fue Lanata.
—¿Qué les aconsejaba Lanata a los periodistas más jóvenes? —Nos decía que nunca dejáramos de escribir. Que, aunque creciéramos como comunicadores de otros universos, no abandonáramos nunca el oficio de teclear y contar historias. Que eso nos ordenaba la cabeza, nos hacía diferentes del resto. Nos pedía que fuéramos para adelante con lo que fuera. Era un gran consejero. Sabía decirte: “Hacé esto, en esto sos bueno, pero no hagas esto otro porque te va a ir como el orto. Vos servís para esto…” Y tenía razón. La pegaba. Tenía olfato para ver talento opacado. Sabía lustrarlo y hacerlo brillar. Los lanatistas, tantos colegas queridos, cada uno con su virtud a cuestas, con su capacidad específica que Jorge supo ver.
—¿Qué posición tenía frente a los distintos puntos de vista de sus colegas?
—Lanata admitía el disenso. Fue un periodista más de la pregunta que del punto de vista. Con Lanata había que preguntar. Había que preguntar con inteligencia. Nos interesaban las respuestas. Nuestro trabajo era preguntar. No opinar. Pero cuando se abría la posibilidad del debate, Lanata dejaba el agua correr. Admitía y celebraba el contrapunto y en su mesa no había una idea unívoca y dominante, sino un espíritu constructivo que ofrecía la posibilidad de cambiar y pensar distinto. Lanata se reía de los bravucones, le tomaba el pelo a los convencidos, Lanata nos enseñó a dudar, a valorizar la duda como un capital para invertir, finalmente, en la búsqueda de la verdad.
—¿Crees que Lanata veía al periodismo como un cuarto poder?
—Creo que sí. En los años ‘90, Lanata encarnaba la oposición al poder. Ser periodista era y sigue siendo, entre otras cosas, cuestionar al poder. Buscarle el pelo al huevo. Vinimos a este oficio persiguiendo el sueño de trabajar con él, con ese tipo que encarnaba de modo contundente ese axioma: ser periodista, cuestionar al poder. Los que lo logramos, vivimos esto como algo especial, tuvimos la suerte extra de ser iluminados por su fuego. Su llama no se apagará nunca: vive y vivirá en muchos de nosotros.
Las tres preguntas a Gonzalo Sánchez se tomaron de la columna firmada por el periodista, publicada originalmente en Clarín con el título “Jorge Lanata, esa llama que no se apagará”. Para acceder a la nota completa podés hacer click acá.
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Leer para poder escribir. “La única manera de escribir es leer, no hay otra manera. Hay que leer ficción y leer poesía. ¿Por qué? Porque te vuelven mejor persona (aparte de que te levantás chicas). Un ingeniero hace un mejor puente si lee a Alejandra Pizarnik que si no la lee. Un médico opera mejor si alguna vez leyó a Baudelaire que si no lo leyó. ¿Por qué? ¿Hay alguna relación? Claro que sí, el tipo es más sensible. Si es más sensible va a hacer mejor un puente, va a sacar mejor los dientes y también va a escribir mejor. De eso es lo que se trata, de ser más sensibles”. Lanata en estado puro, en este artículo que rememora una conferencia épica en Montevideo.
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Academia. La muerte del extraordinario Jorge Lanata es un buen pretexto para pensar en el rol del periodismo en la democracia moderna. Esta antigua entrevista a la mítica Katharen Graham, dueña del Washington Post durante décadas, y responsable de la publicación de los famosos “Papeles del Pentágono” y del Watergate, recuerda que hay un modo serio, responsable, valiente e incluso vocacional de dedicarse a este oficio sin el cual la democracia perdería un factor fundamental. Muy recomendada.
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Oportunidades laborales
Ecolab abrió la búsqueda para la posición Senior Communications Specialist.
Meta mantiene la búsqueda de Public Policy Manager, Spanish Speaking South America.
¡Hasta el próximo miércoles!
Juan.
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