Tiempo de cambios
El nuevo ciclo político de los Estados Unidos —en línea con el que se inició en la Argentina hace un año— está motivando decisiones de comunicación y de asuntos públicos en las organizaciones. Las expectativas sociales obligan a revisar las agendas que guiaron a las empresas en los últimos 20 años.
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Nuevo ciclo. “Cambia lo superficial, cambia también lo profundo, cambia el modo de pensar, cambia todo en este mundo…”, cantaba Mercedes Sosa cuando el mundo era otro. Tenía razón. Hace casi un año, decíamos en Comms que a la cultura woke, que promueve la defensa de las minorías discriminadas, se le estaba oponiendo una cultura anti-woke, que cuestionaba la legitimidad de ese movimiento y proponía una vuelta a las bases: que las empresas se dediquen a ganar plata, que para eso están, y dejen de apoyar causas sociales sobre las que no tienen por qué opinar.
Lo que hace unos meses parecía una tendencia emergente, va tomando fuerza ahora y algunas compañías de alta visibilidad muestran una evolución antes impensada: las expectativas de los públicos cambiaron. Uno de los casos más emblemáticos es el de Disney, que en la última década se había embanderando en la causa LGBTQ+ y promovía activamente una agenda de diversidad étnica, y —con los resultados financieros en la mano— recalcula ahora y sale a decir que va a dedicarse exclusivamente al entretenimiento, que esa es su misión en esta vida. Y punto.
Los nuevos tiempos —bienvenidos a la era Trump— proponen ángulos variados que conviene tener en cuenta:
Nuevo lenguaje. Las palabras, desde tiempo inmemorial, definen identidades: según qué se dice y con qué acento, se pertenece a una región, a un barrio, a una clase social, a una tribu, a una generación. Sucede en el castellano, lo mismo que en el inglés o casi cualquier otro idioma. El uso o la omisión de “todos y todas” (y ni hablar de “todes”) significa mucho más que una preferencia sintáctica. Implica una opción ideológica que ni las organizaciones ni los individuos pueden ignorar.
Nuevas prioridades. La agenda de defensa de las minorías desfavorecidas dominó la agenda pública durante dos décadas en buena parte de Occidente. Eso dio impulso a candidatos de izquierda y centro izquierda que se impusieron en múltiples elecciones. El desgaste del poder, más el impacto de la pandemia —y últimamente el crecimiento exponencial de la IA—, dispararon la preocupación por otro tema que se volvió dominante: el futuro del trabajo. El cóctel estaba servido para el voto a la derecha.
Nuevos ejecutivos. En las firmas de lobby de Washington DC siempre hubo republicanos y demócratas: según quién estuviera en el poder, la agenda de contactos de unos u otros se volvía más relevante. La nueva sensibilidad parece estar pidiendo gestos más explícitos: el otrora progresista Mark Zuckerberg felicitó a Trump por su triunfo, redujo las restricciones a la libertad de expresión en las redes de Meta, y anunció el nombramiento de Joel Kaplan, republicano de pura cepa, al frente del área de Policy. Más pruebas de amor, imposible.
Las organizaciones que abrazaron la agenda progresista con entusiasmo durante años, hoy se tantean los bolsillos buscando la brújula: ¿qué hacer? ¿cambiarse de bando? ¿resistir? ¿esperar a que cambie de nuevo el viento? No está claro qué conviene. Una sola fórmula parece haber dado buenos resultados siempre: la autenticidad. Y sostenerla en el tiempo
Ilustración: gentileza GM+AI
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Tres preguntas a Giovanni Orsina. Es un académico italiano, profesor titular de Historia Contemporánea en la Universidad Luiss Guido Carli de Roma. Sus principales campos de investigación y docencia son la historia de los partidos políticos, la historia comparada de los sistemas políticos europeos y la historia del periodismo.
—En Europa —y en otras regiones del mundo— parece haber una oposición entre opciones plenamente democráticas y otras populistas. ¿Estás de acuerdo con esa lectura? —Creo que las cosas son un poco más complicadas. Hay que partir de esta hipótesis: vivimos un periodo de transición, un momento de profunda transformación provocado por el desmoronamiento de un orden histórico que se estableció entre los años setenta y los noventa y que se basaba, por decirlo de manera muy sencilla, en la centralidad del individuo, por un lado, y en la integración global, por otro. Este orden histórico está siendo ahora rechazado tanto dentro de Occidente —que lo creó e impuso— como fuera de él. La idea original era que este orden, por basarse en valores que habían madurado en el hemisferio norte del océano Atlántico pero que se presentaban como patrimonio universal de la humanidad, estaba destinado a extenderse pacíficamente por todo el planeta. Este era el gran sueño de los años 90, cuando se pensaba que en países como China y Rusia los derechos, las libertades y la democracia se establecerían de forma natural y rápida gracias a la expansión de la economía de mercado.
—Y eso no terminó resultando así…
—Este sueño no sólo está muerto y enterrado, sino que se ha transformado en una pesadilla: el mercado ya no aparece como un instrumento de convergencia geopolítica, sino como un arma en un conflicto geopolítico. Esta pesadilla afecta especialmente a la Unión Europea. Nacida en 1992 en el seno de este orden hoy en crisis, basó su identidad en la pretensión de ser su portavoz y su modelo. Creo que debemos entender el conflicto político que vivimos situándolo en este contexto histórico más amplio. De lo contrario, corremos el riesgo de no entenderlo en absoluto. Este es el defecto que critico a tantos periodistas, intelectuales y académicos: el unilateralismo. Este enfoque equivale a intentar comprender las invasiones bárbaras exclusivamente desde el punto de vista del emperador romano. ¿Qué conclusiones podría sacar el emperador? Es bastante obvio: éramos una civilización maravillosa, avanzada y refinada, y una horda de trogloditas malolientes y sedientos de sangre acabó con ella. En esta forma de contar la historia, la profunda crisis del Imperio Romano, que desembocó en las invasiones bárbaras, pasa a un segundo plano.
—¿La situación actual se parece a la caída del Imperio Romano?
—Sí, aunque la metáfora tiene sus límites. En este caso, los “bárbaros” invasores no vienen de fuera del sistema, sino de dentro. Su invasión es “vertical”, por utilizar la expresión de Ortega y Gasset: son los votantes de los sistemas democráticos, las personas que nos rodean, que comparten nuestras vidas, con las que interactuamos cada día. Pero cuando empiezas a llamar bárbaros a tus vecinos, la democracia no goza de buena salud. Hay una especie de pereza intelectual, de sesgo cognitivo: al menos una parte del mundo intelectual es, por utilizar una expresión gramsciana, orgánico al orden que he mencionado antes. Y así, por supuesto, lo defiende. Pero la cuestión es si ésta es la mejor manera de defenderlo. O si sería mejor intentar comprender cómo ha fallado este orden y cómo podría repararse. Sobre todo porque, mientras tanto, los “bárbaros”, los populistas, se burlan de los intelectuales y siguen acumulando votos.
Las tres preguntas a Giovanni Orsina se tomaron de la entrevista hecha por David Allegranti, publicada originalmente en Le Grand Continent. Para acceder a la conversación completa, podés hacer click acá.
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Influyentes. Siempre hay quien objeta la metodología de las mediciones cuantitativas. El criticismo aumenta entre quienes no se ven reflejados en los resultados como les gustaría. Típico. Debates aparte, el Ranking de Influyentes elaborado por la consultora Giacobbe y Asociados arroja resultados interesantes: directamente dejan de figurar personajes antes relevantes como Sergio Massa, Horacio Rodríguez Larreta o Juan Schiaretti y bajan brutalmente Alberto Fernández y Máximo Kirchner. En la cima, Javier Milei (obvio), Donald Trump y Lionel Messi, en ese orden, escoltados por Cristina Kirchner y Elon Musk. Y muchos más. Interesante para resignificar el concepto de influencia.
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Academia. A Daniel Innerarity le preocupa que, en muchas democracias modernas, los liberales conservadores no sepan defender su propia identidad ideológica ante la derecha extrema. Claro que se puede hablar largo sobre qué es “derecha extrema”. En esta entrevista el filósofo español profundiza en los desafíos que enfrentan las sociedades modernas y plantea una mirada optimista de la IA, en oposición al posicionamiento apocalíptico de Yuval Noah Harari. Para seguir pensando.
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Oportunidades laborales
Ecolab abrió la búsqueda para la posición Senior Communications Specialist.
Meta mantiene la búsqueda de Public Policy Manager, Spanish Speaking South America.
¡Hasta el próximo miércoles!
Juan.
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