Todo es política

El streaming de una excursión al fondo del mar liderada por el CONICET funcionó como pretexto para la polarización política. Lo esperado en estos tiempos electorales, en los que toda ocasión es buena para plantar una narrativa y diferenciarse.

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13-08-2025

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Dicen que es de Thomas Mann, el escritor alemán, la famosa frase “todo es política”. Nunca la escribió así, tal cual, aunque los estudiosos opinan que pensaba de esa manera, quizá inspirado en el gran Aristóteles, que sí dejó escrito que “la ciudad (polis) es una de las cosas que existen por naturaleza; y el hombre es, por naturaleza, un animal político”. Todos —aun los más antisociales— tenemos alguna idea de qué tipo de convivencia queremos con los demás: en el edificio, en el barrio, en la ciudad, en el país. Y eso es una forma de política.

Otra cosa distinta es leer toda la realidad en clave de ideología política. Es lo que pasó esta semana con la transmisión en vivo de las maniobras del robot submarino ROV SuBastian, bajo la dirección del CONICET y del Schmidt Ocean Institute. Se trató de una exploración por el cañón Mar del Plata, a 3900 metros de profundidad, donde se recogieron imágenes inéditas de la fauna marina, además de los amables comentarios de los investigadores que explicaban todo desde un barco. Más de 80.000 entusiastas siguieron el streaming por YouTube, con una cantidad enorme de interacciones.

Lo que podría parecer una simple expedición científica, se enmarca en el enfrentamiento entre quienes apoyan los recortes presupuestarios que el Gobierno impuso al CONICET, y quienes creen estar defendiendo a la ciencia misma cuando parten una lanza por el organismo. Acá, algunas claves de comunicación política en relación al tema:

El contexto. Estado grande y malgastador versus Estado reducido a su mínima expresión para que no pueda gastar: así plantean el tema los libertarios. Estado presente y con recursos versus desfinanciamiento del Estado, abandonado aspectos clave: así lo plantea una parte de la oposición. Poco espacio discursivo, por ahora, para una tercera versión: estado mediano y administrado con eficiencia. En ese contexto, la audiencia elige su bando, se atrinchera, y sale a la batalla. Sobre todo en X.

El tema. Así las cosas, el Gobierno ganó la primera escaramuza discursiva: hace más de dos años, se hizo eco de la opinión de muchos sobre un Estado enorme e ineficiente, que gasta en cosas innecesarias. Entre ellas, las investigaciones que lleva adelante el CONICET, poco relacionadas con el desarrollo del país: caprichos de país rico, que gasta una fortuna en mantener los juguetes de los científicos, mientras tiene 50% de pobres. Punto a su favor.

La utilidad. ¿Para qué sirve la exploración del cañon Mar del Plata? ¿Cambia en algo nuestra vida —más específicamente nuestra economía— que ahora conozcamos a la estrella culona? ¿Qué me importa el pulpo azul, si no lo vamos a cazar y luego a vender a precio de oro? Preguntas sólidas que refuerzan la posición de quienes quieren un Estado chico, que no gaste en lujos que un país pobre no puede permitirse. Pero en el ser humano no todo es razón.

La emocionalidad. Un rayo de lucidez (o quizá fue suerte), parece haber alcanzado a alguien en el CONICET: en lugar de mostrar a un sociólogo quejoso porque no puede llevar a cabo su investigación o de cortar una calle en reclamo de mejoras salariales, hicieron bajar a las profundidades del mar, en vivo, a todo el que quiso entretenerse mirando peces, moluscos y lo que fuera que viva en esos rincones. Y mostraron el rostro simpático de un grupo de científicos esforzados, orgullosos de lo que hacen. Eso generó simpatía.

La aspiración. El rechazo al Estado grande y corrupto parece haber pregnado en una parte importante de la población. Por eso la necesidad de que Sturzenegger anuncie cada día una nueva medida. Pero, a la vez, casi todos quieren sentir que la Argentina es un país importante, destinado a dejar una huella en la historia. Por eso conectan con las gestas que nos hacen parecer distintos, mejores: el robot que toca el fondo del mar es nuestro Apolo 13. Y el CONICET, por unos días, fue nuestra NASA. Un acierto.

Todo es política, como creía Thomas Mann, y cuánto más en tiempos electorales. La expedición al fondo del mar también dividió: en contra, los libertarios ajustadores; a favor, los populistas adictos al despilfarro. Sin un ganador claro esta vez —aunque con las emociones del lado de los defensores del CONICET—, cada día que nos acerca a la elección, se juega un puñado de votos. Así, hasta el 23 de octubre.


Ilustración: gentileza GM+AI

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Tres preguntas a Diego Garrocho. Es un filósofo español, profesor titular de Ética y Filosofía Política en la Universidad Autónoma de Madrid, donde coordina el Máster en Crítica y Argumentación Filosófica y ejerce como vicedecano de Investigación. Es autor de diversos ensayos y de numerosas publicaciones científicas.

—En tiempos de polarización, la moderación puede confundirse con la ausencia de convicciones firmes. ¿Qué pensás de eso?
—La moderación se ha considerado tradicionalmente como una virtud, timbre de mesura y cierta distinción. Sin embargo, en algunos contextos, las actitudes contenidas y prudentes también han sido objeto de críticas, en ocasiones justificadas. Si debemos abordar la defensa de los derechos humanos o censurar una práctica cruel, ciertas formas de moderación podrían resultar decepcionantes. Hay circunstancias que exigen posiciones vehementes y radicales, y es innegable que bajo la coartada de la moderación se intentan esconder, a menudo, posiciones equidistantes ante dilemas que requerirían asumir actitudes mucho más decididas. La tibieza, la prudencia o la conciliación pueden ser aliadas de las peores prácticas si se disponen de forma sesgada u oportunista. Sería absurdo que alguien se opusiera con moderación a la pena de muerte o que un partido político ensayara una defensa tibia de las garantías constitucionales. De ambos absurdos, por cierto, existen precedentes. Y no tendríamos que ir a montañas ni a desiertos muy lejanos para encontrarlos.

—Entonces, ¿crees que la moderación y las convicciones firmes son compatibles?
—Creo que la vehemencia o incluso cierta radicalidad en algunos planteamientos no están reñidas con la moderación, sino con su simulacro. El moralista LaRochefoucauld ya escribió en 1665 que la hipocresía es el homenaje que el vicio le rinde a la virtud, y parece obvio que quienes intentan escamotear su responsabilidad bajo la coartada de la moderación encarnan cualquier cosa menos una actitud ponderada. Ninguna virtud debería sucumbir ante el abuso de sus trampantojos, y la moderación bien entendida siempre será compatible con las firmes convicciones y con la asertividad en temas que así lo requieran. Frente a esta crítica, sólida y fundada, en el último tiempo ha proliferado otra que parte de un principio muy distinto de los que suelen inspirar una objeción justificada. La expresión no es ni mucho menos nueva, pero sí ha cobrado una renovada vigencia a través del uso de las redes sociales. En la antigua Twitter, así como en columnas de prensa o en polémicas más o menos alimentadas de forma artificial, se ha extendido el término “moderaditos” para intentar desacreditar cualquier posición política que decepcione, en su mesura, a quien profiere el insulto.

—¿Qué son los “moderaditos”?
—El moderadito, para sus críticos, no es un representante de la contención ni de la prudencia, sino una suerte de hipócrita timorato que no es capaz de defender sus principios con el fuste y la rotundidad que al acusador le gustaría que mostrara. El moderadito, siempre según este diagnóstico parcial, sería un acomplejado incapaz de llevar hasta las últimas consecuencias sus propios principios para negociar con un adversario imaginario los fundamentos de sus creencias. Quienes critican la moderación olvidan que hay personas que no suscriben las formas radicales o sus tesis no por cobardía, sino por estricto rechazo o repugnancia intelectual. Por ejemplo, si desde el espectro conservador alguien expresa que es conveniente preservar la dignidad de las personas migrantes y desarrollar políticas públicas destinadas a atender las necesidades de quienes llegan a nuestro territorio, el “radicalito” considerará que el “moderadito”, sencillamente, no se atreve a abrazar sus políticas xenófobas. Es más, el radical sospecha que la persona moderada piensa, en el fondo, como él y que, sin embargo, la corrección política y el miedo al qué dirán llevan al taimado moderado a no atreverse a expresar su verdadera convicción.

Las tres preguntas a Diego Garrocho se tomaron de una fracción del libro Moderaditos, de reciente publicación. Para acceder a él podés hacer click acá.

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Métricas. Las áreas de Comunicación siempre tienen el desafío de mostrar resultados con mediciones claras y convincentes. Este artículo de Joy Knowles sugiere enfocarse en tres variables: Awareness (a través de las relaciones con los medios, se logró aumentar el conocimiento del producto/evento en un X por ciento este mes); Engagement (el X por ciento de los clientes potenciales calificados para marketing provino de referencias de relaciones públicas); y Reputation (la reputación de nuestro producto entre nuestra audiencia creció en un X por ciento). Menos es más, también en brand PR.

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Academia. El futuro es materia de estudio. Este artículo acude a metodologías prospectivas de las ciencias sociales para estudiar la imaginación de futuros personales. Sobre la base de la investigación psicológica y sociológica, el texto se enfoca en los potenciales y desafíos en tres grupos temáticos: 1) El rol de las narraciones sobre el futuro para obtener relatos personalmente significativos; 2) La experiencia y el significado del tiempo, y su impacto en las narraciones sobre el futuro; 3) Espacios de participación de la imaginación en la co-construcción de narrativas futuras. Mucho nuevo bajo el sol.

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Oportunidades laborales

CNN inició su búsqueda de Producer.

Bayer abrió su búsqueda para la posición de Strategic Management QU.


¡Hasta el próximo miércoles!

Juan.


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